viernes, diciembre 30, 2011

Extrañamiento perrón

A pesar de que le dejaba la terraza y la puerta del patio abiertas para que saliera y anduviera jugando por todos lados, “me daba cosa” que estuviera sin compañía, por lo que decidí traerme a diario a mi perro el Cucho a la oficina para que no se quedara solillo en casa el resto del día.

Cuando me mudé de vuelta a la casa de mis padres por motivos de mi viaje, empecé a dejarlo ahí para que se fuera acostumbrando a mi ausencia, familiarizando con los espacios y sus olores, con la Canela y la Tiki -una perra salchicha y otra Chihuahua- y con el Chupete, un gato castrado y gruñón que ya va para los 15 años.

Al principio las dos perritas no querían a mi perro. Varias veces le tiraron mordidas a la cara cuando el Cucho, caballerosamente, se acercaba a olfatearles el fundillo (ah, igualito que su padre, snif). Chupete, el gato, de plano sí lo sigue odiando y cada que lo ve le tira un par de zarpazos que el Cucho ha aprendido a esquivar hábilmente (ah, igual que su padre, snif).

Dice mi mamá que los primeros días que lo dejaba en su casa y me iba a trabajar, el Cucho se quedaba husmeando la puerta principal, se sentaba frente a ella y gemía y aullaba un rato; pero que después se tranquilizaba y se ponía a joder a las perrillas o se dormía enfrente del calentador hasta el mediodía, cuando yo llegaba. Después de comer en familia, como el buen hijo que soy, salía de nuevo para la oficina –como el buen Godínez que soy- y el Cucho repetía su ritual de olfateo en la puerta, gemidos y aullidos, hasta que se cansaba y se dormía otra vez.

Durante las noches, cuando salía a alguna reunión o a tomarme unas cervezas o a defender la ciudad de robots ninja gigantes, el Cucho se quedaba afuera del cuarto de mis padres, donde duerme el resto de las mascotas. A la hora que llegaba –casi siempre de madrugada- escuchaba el batir de sus orejas en la planta alta y el golpeteo de sus uñas en el suelo. Subía las escaleras en silencio y el Cucho daba vueltas alrededor de mí. Meneaba la cola, me rasgaba con sus patas la pantorrilla, lo cargaba, me lamía la cara y nos íbamos a dormir al cuarto que alguna vez fue de mis hermanas.

Al principio me preocupaba eso de que aullara cuando me iba a la oficina. También que las perritas y el gato no lo quisieran y que no pudiera dormirse si yo no estaba. Pensaba: “¿Qué va a ser de este pobre animal cuando me vaya a Toronto?”. Pero después de casi un mes de vivir en casa de mis papás, el Cucho es otro. En las mañanas, cuando salgo a trabajar, ya no me llora. A veces ni me acompaña hasta la puerta para despedirme, el muy cabrón. Ya tampoco me espera a que llegue en las madrugadas: ahora duerme en la cama de mis papás, con las demás mascotas. Subo las escaleras y no se despierta ni brinca de la cama para venirse a dormir conmigo, como en los viejos tiempos, cuando éramos “roomies" y dormía en mi vientre o en las plantas de mis pies. No sé si el Cucho haya madurado, se haya hecho a la idea de que me voy del país o simplemente se aferró a ese artículo perruno constitucional que dice: “No tendrá perro que te ladre”, y ya le valgo puritita madre, snif.

Les platico esto porque hoy, queriendo revivir esos lazos de amor entre padre humano e hijo canino, me traje al Cucho a la oficina, pero el wey se la pasó llooore y llooore; como nunca. Tuve que ir al mediodía a dejarlo de vuelta a casa de mis papás para que dejara de aullar y jugara con la Tiki y la Canela, que desde hace un par de semanas lo quieren y se dejan querer y se dejan que les frote su “lipstick de carne” en sus “cositas”.

Chale… me preocupaba mucho que el Cucho no fuera a ser feliz en casa de mis padres y que se la pasara extrañándome, como esos perros de las películas que esperan al amo 15 años en el mismo lugar o lo rescatan de un edificio en llamas (que con el tamaño del Cucho esto último sería imposible). Pero me doy cuenta que el que lo va a extrañar un chingo soy yo. Tendré que frotan mi “lipstick de carne” en algunas “cositas” para sobrellevar su ausencia. A él le funcionó, no veo por qué a mí no me haya de funcionar.

miércoles, diciembre 28, 2011

Yo creo que ésta es la mejor definición que puede haber sobre el dinero y su importancia en la vida, más allá de la adquisición de bienes materiales:

El dinero sólo sirve para conservar nuestra independencia mental sin que nos sometan a un chantaje laboral que nos impida ser lo que somos.

Pa´qué quieren más.

martes, diciembre 20, 2011

Campamento Halley

Todavía no cumplía los 10 años cuando supe que el cometa Halley pasaría tan cerca de la tierra que podríamos verlo. La maestra Celia dijo que ése sería un acontecimiento único, pues sólo se repetiría hasta el año 2061, cuando estuviéramos ya muy viejitos o muertos. A esa edad no me visualicé ni viejito ni muerto cuando escuché la fecha de la siguiente visita del cometa, sino que me imaginé con algún tipo de mochila en la espalda que me permitía volar.

Era 1986. Se hablaba del cometa Halley a todas horas y en todas partes. En el Colegio Montessori -donde cursaba el quinto año de primaria- algunos alumnos, por petición de los profesores, hicieron cartulinas con dibujos del sistema solar y de cometas, con la palabra “Bienvenido”, que pegaban en el pizarrón mural. Antes de salir de clases, y aprovechando el furor del evento natural, al director del plantel se le ocurrió organizar “El Campamento Halley”.

Quienes obtuvimos el permiso de nuestros padres llegamos un viernes antes del mediodía al enorme terreno campestre que el director del colegio tenía a las afueras de la ciudad de Monterrey. Era una parcela repleta de árboles frutales –aguacates, duraznos, manzanos, higueras-, una casa hecha con ladrillos, una noria –a la que teníamos prohibidísimo acercarnos-, un asador y un río al fondo, de cuyas orillas brotaban sabinos de troncos tan gruesos que ya desde aquel entonces sobrepasaban el centenar de años.

Los niños bajamos del camión escolar color amarillo las mochilas y las tiendas de campaña donde dormiríamos en grupos de cuatro, mientras las niñas metían las bolsas de comida y algunas cobijas a la casa de ladrillos, donde dormirían. El director, con ayuda de uno de sus hijos y el trabajador que cuidaba el lugar, sacaron de la parte de atrás de una camioneta Fairmont un par de telescopios. Todavía recuerdo que dejamos de hacer lo que estábamos haciendo para contemplar asombrados los instrumentos ópticos como si fueran un robot o una nave espacial.

Con el sol del mediodía y bajo la supervisión del director y su hijo mayor, comenzamos a distribuir y armar las carpas bajo los árboles que proyectaban una mejor sombra. Cuando terminamos, el director sugirió que cada grupo tuviera el nombre de un animal, pues estábamos en “una jungla” y las tiendas de campaña “eran nuestras guaridas”. David, Sergio, Mauricio y yo elegimos llamarnos Guepardos, porque éramos los niños que corríamos más rápido de toda la escuela. El director aclaró que después de ver el cometa Halley, nuestros equipos cambiarían de nombre a “algo que hiciera referencia al Cosmos”, como se refería siempre al espacio exterior. David sugirió que nos llamáramos “Asteroides”. A los cuatro nos gustó mucho el nombre y lo dijimos en ese mismo instante para que nadie nos lo fuera a ganar.

Por la tarde, después de comer y de recolectar algunos frutos para el desayuno del día siguiente, el director organizó una excursión en los alrededores del río. Caminamos un par de horas entre la maleza, bordeando los sabinos. El cuidador del rancho vino con nosotros y nos dijo que esos árboles también se llaman ahuehuetes y que pueden vivir muchos años. El director secundó a Natalicio –como se llamaba el cuidador- diciendo que al sabino también se le conoce como ciprés mexicano, y que hay uno muy famoso en el estado de Oaxaca que se cree que tiene más de 2000 años. También aprendí que algunas víboras –sobre todo las de agua dulce- no son venenosas cuando, sorpresivamente, Natalicio atrapó una con sus manos. Todos acariciamos al pequeño reptil enredado entre los dedos de Natalicio antes de que éste lo devolviera al hueco donde estaba escondido, entre las raíces que se alimentaban del agua del río.

Regresamos al rancho antes de que oscureciera, cuando los sapos, ranas y cigarras comenzaron a cantar. Entre el director, su esposa y algunos niños y niñas que no habían querido ir al río, prepararon la cena. Algunos compañeros se bañaron a manguerazos con el agua del pozo. Yo no quise bañarme porque el agua estaba muy fría y porque los guepardos no se bañan a manguerazos.

Y entonces llegó la noche. Todos hicimos un círculo amplio alrededor de los telescopios. El director veía por el ocular y nos señalaba estrellas y nos decía sus nombres. Nos explicó también hacia dónde estaba el norte y el sur y el este y el oeste. Algunos compañeros se desesperaron y se fueron a jugar en los claros del terreno o a contar historias de terror dentro de las carpas. Sólo nos quedamos una decena de niños, en silencio, observando al director y a su hijo muy concentrados mirando a través de los aparatos.

De pronto, el director comenzó a reírse y a aplaudir. Cada vez se reía y aplaudía más fuerte y despegaba el ojo del lente y miraba hacia el cielo y volvía a colocar el ojo en el buscador y de nuevo en el ocular.
“¡Ahí va!”, dijo. Había encontrado al cometa Halley.

Fui el tercero del grupo en ver a través del telescopio. Los niños que se habían ido llegaron corriendo emocionados. El director los detuvo con un ademán firme y les dijo que se formaran ordenadamente. Todos obedecieron. El cometa Halley era un punto blanco azuloso que dejaba una estela borrosa a su paso, como la tiza mojada sobre un pizarrón. Para mí, la experiencia fue fascinante.

Desde ese día vi al Cosmos –como llamaba el director al espacio exterior- con fascinación. Pero era una fascinación distinta. No me interesaba ser astronauta para explorar los planetas o flotar en un mar de nada hasta dar con un nuevo sistema solar. Quería que ese misterio infinito quedara guardado. Verlo sólo de lejos, pues así era perfecto y así debería de permanecer. No quería que el hombre lo arruinara con su curiosidad ni con sus búsquedas absurdas ni con sus máquinas. No quería que el hombre pretendiera actuar en el espacio como creador cuando aquí en la tierra actúa como destructor. No quería que al Cosmos le sucediera lo mismo que a la Tierra, por eso me parecía fascinante verlo desde tan lejos, porque lo sentía seguro y al estar seguro sabía que permanecería por siempre. Lo veía desde muy lejos pero sentía una conexión profunda con él.

Al observar esa pequeña luz de tonos azules que no volvería a ser vista en 75 años, sentí una conexión del cosmos con mi microcosmos. Me quedé horas afuera de la tienda de campaña observando el cielo repleto de estrellas. Nunca sentí esa futilidad común que sienten los hombres cuando reflexionan sobre cosas del infinito o se comparan con ellas. Al contrario. Sentí que todo era inmenso e importante, hasta lo más insignificante. Sentí que todo estaba ligado entre sí a lo mismo: el canto de las cigarras, el croar de los sapos, el vuelo de las luciérnagas, la corriente del río, el aroma del musgo en las piedras, los latidos de mi corazón. Todo trepaba al mismo tiempo por las ramas firmes de los ahuehuetes hasta llegar a sus copas, liberarse y expandirse por las estrellas.

jueves, diciembre 15, 2011

Filosonseando y cantinfleando sobre la vida

A la vida la hicieron carecer de sentido intencionalmente porque, si tuviera alguno, nadie emprendería viajes en busca de algo.

De hecho, te hacen creer que todo tiene un sentido para que no emprendas el viaje. Tu viaje. Ése que sólo tú entenderías. Los viajes abren la percepción, nos vuelven sabios; por eso los viajeros son peligrosos. Es mejor que todos piensen que esto es lo único que hay y no anden en busca de “algo más”.

Se dice que la vida es un viaje, pero no entiendo entonces por qué la mayoría de la gente se empeña en hacer lo mismo una y otra vez. Imitan. Viven en repetición y de tanto repetir se transforman en eructos desagradables.

Si lo importante es el trayecto y no el destino, ¿por qué tenemos que caminar pisando sobre las huellas de otros que ya recorrieron ese camino que, a final de cuentas, lleva siempre a donde mismo?

Se me figura que vivir así es como viajar a Paris con la única intención de conocer la torre Eiffel, en vez de perdernos entre sus miles de calles, mercados y olores. Es como viajar al otro lado del mundo para terminar comiendo en un McDonalds con otros turistas tan ignorantes como nosotros. Es precisamente esa seguridad de lo repetitivo la que da cierta tranquilidad pero al mismo tiempo nos mata poco a poco.

El destino no importa, pues ya lo conocemos. Es único y no saldremos vivos. No adelantemos ese destino creyendo que la vida tiene sentido sólo porque un puñado de gente sigue patrones naturales, sociales, ideológicos o culturales que ni siquiera ellos mismos crearon. Desde el momento en que dejamos de emprender un viaje por nosotros mismos hacia nosotros mismos por hacer el viaje que –por así decirlo- “nos organizó la agencia” -y en el cual es imposible romper el itinerario-, morimos. Nunca olviden eso.

Vean alrededor y se darán cuenta que las personas que creen conocer el sentido de la vida rara vez emprenden esas travesías internas. No las realizan porque creen que el viaje es sólo “por fuera”, no una mezcla de ambos. Muchos no buscan la odisea interior porque en ella uno mismo tiene que irse haciendo sus rutas. En el otro viaje -ése que conocemos como “vida real”-, hacen todo por nosotros: nos dicen a dónde ir, a dónde no ir, cómo llegar, qué llevar, qué vale la pena ver y qué no vale la pena. Y les creemos.

Haz tu viaje. Eso que ves, crees y sientes no es todo lo que hay.

lunes, diciembre 12, 2011

La mujer misteriosa de la posada

El sábado fue la posada del periódico en el que trabajo por las noches desde hace casi 14 años. La posada fue un desayuno a las 10 de la mañana en un restaurante del centro de la ciudad. Al despertarme ese día pensé que no asistiría mucha gente, pues el clima estaba medio de la chingada –frío, lluvioso, inseguro, personas desveladas y con cruda-, pero el lugar se llenó de empleados desde las nueve y media. “¡Cómo no iba a venir! Gratis hasta puñaladas”, dijo un prensista cuando abrió la puerta del salón y entró con los hombros entumidos y el cabello lleno de balines de agua.

Como en todas las posadas del periódico, llegué y me senté a lado de mi amigo El Ruco Guerrillero porque ese güey siempre trae plática bien interesante y sus amarguras y quejas están bien a toda madre. Y ahí estuvimos todo el rato hablando de que si la República Amorosa del Peje, de que si Peña Nieto es un vil pendejo, de que si Calderón es un pedote, de que por qué no ponen a un marino como candidato a la presidencia en vez de a una pinche vieja argüendera, y, sobre todo, de que a ambos nos valía madres si Tigres era el nuevo campeón del fútbol mexicano.

Entre las cosas que le platiqué al Ruco Guerrillero fue lo de irme a vivir a Canadá por un tiempo, y el güey luego luego me preguntó que si conocía a la periodista canadiense Naomi Klein. “¡A huevo!”, le dije. “¿Cómo no conocerla?”. Para los que no la conozcan, Naomi Klein -aparte de ser una eminencia del movimiento antiglobalización, partidaria del socialismo democrático y autora de La Doctrina del Shock- está bien sabrosa, snif.

Total que platicamos de todo un poco en lo que decían los trillados discursos navideños, daban en aguinaldo y servían el desayuno (que por cierto, estuvo bien sabroso: como Naomi Klein).

Después de los discursos trillados y de llenar la barriga con hartas tortillas de harina, jugo de naranja, chicharrón en salsa verde, machacado y queso con rajas de chile poblano, procedieron a realizar la rifa de regalos. El Guerrillero y yo ya no pudimos platicar tan a gusto como antes porque teníamos a un lado a unas de esas compañeras de trabajo que se la pasan gritando: “¡No se oyeee!” o aplauden a la menor provocación o empiezan con su “eh-eh-eh-eh-eh” cuando alguien se para al baño o pasa por su regalo; y pues la neta sí es algo medio cagante porque mi capacidad de concentración no me da para ignorar sus gritos de verduleras. Pero en fin, algún día seré supra humano para concentrarme en una plática interesante al mismo tiempo que se escuchan alaridos de viejas histéricas a 10 centímetros de mis orejas.

Y pues resultó que en la rifa me gané una camisa Polo y El Ruco Guerrillero se ganó una televisión “de las de antes”, bien grandota y pesada, y pues como estaba bien pesada me dijo que si le ayudaba a subirla a su Atos amarillo después de que nos despidiéramos del director y los editores, porque la pachanga matutina ya se había terminado. Le dije que sí y me puse a hacer fila para agradecerle al mero mero por el desayuno y el aguinaldo y la camisa Polo. En eso vi que pasaba a mi lado una señora vestida “muy acá”: con un abrigo muy elegante, toda enjoyada y erguida, con el pelo rubio y abultado. Tendría entre 60 y 65 años. La mujer había estado sentada durante el desayuno en la mesa de “los meros meros”, pero yo en mi vida la había visto en el periódico o en algún otro evento. Total que la señora pasó a mi lado y se me quedó viendo bien cabrón, entre seria y como si me conociera. Y pos yo le sonreí y ella me sonrió. Minutos después, ya que me despedí de los jefes y me disponía a cargar con mis fuerzas de He-Man la televisión del Ruco Guerrillero, vi que la señora enjoyada venía de regreso, mirándome. Cuando quise voltear hacia otro lado, la señora me hizo una seña con la mano. La miré de nuevo, se me puso enfrente y me dijo:

-¿Es usted Gustavo?

-Sí, señora, mucho gusto… yo soy Gustavo -le dije extendiéndole la mano. Cuando me extendió la suya y la sacudí con delicadeza, las pulseras doradas de su muñeca tintinearon como las teclas más agudas de un piano.

-Pues déjeme decirle que me gusta mucho lo que escribe, señor Gustavo. Sus dibujitos no, pero lo que escribe sí me gusta mucho –me dijo antes de que le preguntara su nombre.

-Ah, jejeje, muchas gracias, señora. Es un honor que me lo diga. No sabe cómo lo aprecio -respondí sonrojado.

-No quería que se fuera sin decírselo personalmente, porque me comentaron que se va a vivir fuera; ¿es cierto eso?

-Sí señora. En un mes me voy a vivir a Canadá.

-Pues el único favor que le pediría como su lectora, es que no deje de escribir.

Esto último me lo dijo muy seria, con las cejas arqueadas. Por su facha elegante y el tono de su voz, hubiera parecido una orden, pero más bien interpreté su mirada como la de alguien que espera una promesa.

“Claro que no voy a dejar de escribir”, le aseguré sonriendo. La mujer me extendió su mano blanca y suave, y las joyas destellaron. Se dio la media vuelta y salió del lugar. Un coche la esperaba encendido en el estacionamiento, con un hombre trajeado al volante.
El Ruco Guerrillero llegó y me dijo que estaba listo para que cargáramos el televisor. El coche de la mujer pasó por el ventanal del restaurante, con ella en el asiento de atrás, erguida, como siempre.

Me sentí bien raro y me sentí bien chido y me sentí con ganas de escribir todos los días y me sentí de muchas formas, todas positivas… me sentí chido aunque la señora misteriosa me haya recalcado que mis dibujitos no le gustaban, snif.

lunes, diciembre 05, 2011

Hace poco me contrató una empresa para hacer unos dibujos. En un fin de semana ganaría lo que gano en un mes teniendo dos trabajos. Obviamente acepté jalar viernes, sábado y domingo más de 8 horas cada día. Pero lo importante no es eso. Lo que quiero platicarles es cómo un trabajo atractivo terminó convirtiéndose en algo que me deprimió bien cabrón y me arruinó la semana.

La cosa es que cuando llegué a las oficinas de la empresa, el dueño andaba algo atareado: hablaba por celular, hablaba por radio y por el teléfono de su oficina. Salía y entraba por puertas con una cara de congoja que no podía con ella. El hombre, muy amable, se disculpó por haberme hecho esperar y yo le dije que no había problema. Sentados ya en su oficina, me explicó la razón de su ajetreo. Acababa de pagar un rescate de 120 mil pesos por un trabajador al que le habían secuestrado.

El trabajador era un hombre de casi 40 años, jefe de taller y vendedor estrella de la empresa, que, por lo que escuché del mismo dueño y los demás empleados, era una persona íntegra y trabajadora, con una esposa y dos hijos, que llevaba más de 10 años laborando ahí.

En eso entró en la oficina un hombre trajeado, con una pistola en la cintura. Supuse que era un investigador y después lo confirmé, pues traía grabadas unas llamadas de la negociación. El hombre del traje y la pistola daba sus puntos de vista y los posibles motivos del secuestro. Al parecer, el hombre privado de su libertad tenía un vecino que acababa de salir del penal y simplemente se le hizo fácil jodérselo, pues el trabajador no tenía antecedentes delictivos ni "mala fama". Era un hombre decente y feliz. Y entonces, el investigador puso las llamadas para que las escuchara el dueño de la empresa.

El secuestrador hablaba tranquilo, sin groserías, incluso “amable”, exigiendo el dinero y dando indicaciones a la mujer del secuestrado. La mujer se notaba nerviosa, tartamudeaba y trataba de contener el llanto. Donde yo me quebré fue cuando le pasaron a su marido y ambos se soltaron llorando. “Todo va a salir bien, mi amor…”, “haz todo lo que ellos te digan preciosa… me han tratado bien, no me han torturado”, “dile a los niños que mañana llego a la casa… dámeles un beso”, “te amo, mi amor… todo va a salir bien, mi amor”, “Dios nos bendice, mi amor”. Uta… nomás de acordarme se me hace un pinche nudo en la garganta.

El sábado, cuando llegué a las oficinas, el dueño de la empresa no estaba. Habían matado al trabajador. El dinero se había entregado en el punto indicado por el criminal. Lo recogió una niña de 12 años que tenía la espalda tatuada con unos cuernos de carnero cimarrón. La niña dijo que se pondrían en contacto con la familia. Y ya no lo hicieron. Encontraron el cuerpo del hombre envuelto en una cobija, con el tiro de gracia. El dueño de la empresa había ido a dar el pésame a la familia del trabajador y a encargarse de los gastos del sepelio. En las oficinas, todos estaban consternados y algunas mujeres lloraban. Ni ganas de jalar me dieron ese día porque eventos como éste me ponen a reflexionar mil cosas.

Pareciera que en esta ciudad no vale estar del lado de Dios, no vale sentir amor ni comulgar con la decencia. En esta ciudad nada vale más que el dinero. En esta ciudad hay que agradecer, no estar vivos, sino que no se le antoje a alguien matarnos para quitarnos algo. Nos rebasó la pobreza, la ignorancia y la desvergüenza. Nos rebasó la necesidad hasta el punto de convertirnos en buitres del prójimo. Ya no siento rabia ni ganas de criticar ni de mentar madres, sólo unas infinitas ganas de ponerme a llorar.

martes, noviembre 29, 2011

Reflexiones de la mudanza

Conforme voy vaciando la casa de muebles, los ruidos -incluso los que pudieran pasar desapercibidos- comienzan a tener eco. Las pláticas ya no se meten debajo de los sillones ni las risas se esconden atrás del refrigerador. Ahora todos los sonidos rebotan en paredes, escalones, rincones y techos; como estoy seguro que lo harán los recuerdos de mi vida en esta ciudad en las paredes de mi memoria.

No lo había pensado hasta que me lo dijo un amigo mientras observábamos en silencio el cuarto donde antes hubo una sala y un comedor: "¿Estás consciente de que si regresas vas a llegar y no vas a tener nada? Ni casa, ni cama, ni un vaso, ni un plato, ni una silla... Nada de nada". Pensé que su comentario -que resonó en todo el cuarto- me mortificaría; pero al contrario: como que le agregó sazón a este viaje. A donde voy tampoco tengo nada ni a nadie, ¿cuál es la diferencia?

Tan sencillo que es tomar el ejemplo de los pájaros que llegan a diario a mi balcón: comen, beben y anidad donde pueden. Nunca les hace falta comida, ni bebida, ni dónde anidar. Eso sí: deben mantenerse volando.

“No tengo dinero, ni bienes, ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo”. Cito al escritor Henry Miller porque siento algo parecido a esa frase. La diferencia es que yo sí llevo un poco de dinero, algunos bienes y, eso sí, muchas esperanzas. Creo que podré ser tan feliz como él lo fue.

viernes, noviembre 25, 2011

Post corto, variado y ligero

Alejandro Del Valle, un colega dibujante y lector de este blog, me regaló una pequeña obra de arte digital basada en mi cuento "El niño, la niña y el pez", publicado en el libro Diarios del Fin del Mundo.



El Cartún Pérez, otro colega monero que trabaja para grupo Milenio, hizo esta caricatura de su seguro servidor, una tarde de ésas en que nos fuimos a la cantina Zacatecas a comer, beber y chismear de otros moneros.



Y recuerden que tengo twitter. Ahí más abajo está la ventanita donde pueden entrar a leer lo pinche graciosísimo que soy.

Buen fin de semana.

miércoles, noviembre 23, 2011

Sindicatos charros

Si no te ha caído algún grupo de criminales a pedirte cuota para dejarte trabajar, no te preocupes, para eso también existen los llamados “sindicatos charros”.

No entiendo muy bien qué chingados sean, cómo se formen, por qué los aguantamos y por qué tienen tanto poder, pero deberían de revivir a Hitler para que los mande a todos a la verga.

Resulta que hace algunos días me cayeron en el negocio un trío de personas muy curiosas. Eran dos mujeres que pasaban los 50 años y un señor de lentes que rondaba la misma edad. Los tres tenían una pinche cara de burócratas que no podían con ella. Una de las señoras, que al parecer era la líder del grupo, me entregó una fotocopia de un “documento” que era algo así como un citatorio que decía que los “Trabajadores de la Industria Automotriz” harían un emplazamiento a huelga si mi negocio no pagaba la cuota de afiliación a su sindicato y firmaba un convenio de no sé qué madres. Y que tenía que ir a "arreglar eso" tal día a tal dependencia.

Sin entender muy bien qué chingados estaba pasando, les pregunté que yo qué demonios tenía que ver con esos güeyes de la industria automotriz, si yo vendo cajas; y que a qué convenio se referían y que qué huelga iban a hacer y por qué. Y el ruco –que no traía ni los pinches zapatos boleados- me aventó un rollo lleno de tecnicismos legales, me mencionó artículos de la constitución, dijo algo de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje y puras mamadas. Y yo seguía sin entender las razones de la exigencia de un pago.

Cuando leí por segunda vez el documento, me di cuenta que, para empezar, el nombre del negocio estaba escrito por anca la fregada. Ni siquiera se acercaba al nombre real. Se los hice saber y se voltearon a ver entre ellos y pusieron cara de pendejos. Lo segundo que les dije fue que en el negocio sólo habíamos dos personas, que el negocio no tenía ni madres que ver con los automóviles y que ¿quién chingados iba a hacer una huelga si nomás éramos dos empleados? Y volvieron a poner sus caras de pendejos y me volvieron a soltar un rollo burocrático insoportable y me hablaron de leyes y de protección a los empleados y me preguntaron pendejadas varias. Total que les dije que pasaran a retirarse, que no sabía de qué chingados me estaban hablando y que me dieran chance para hablar “con mi abogado”. La ñora lidercilla me dejó una tarjeta con su teléfono y se fueron, amenazando que regresarían cuando corrigieran los errores del “documento”.

Esa misma tarde le hablé a un amigo que es abogado para que me explicara qué pedo con eso, y me dijo: “Ah, esos putos son sindicatos charros. Quieren dinero. Mejor dáselos porque si no, no te los vas a quitar de encima. O si conoces a alguien en Conciliación y Arbitraje, dile que te haga el paro… pero está cabrón, si te deshaces de ellos, te van a caer otros”. Cuando le pedí a mi compa que me explicara la razón para darles dinero, simplemente me dijo que "así era la cosa". "¡Órale!", pensé.

Total que ya, averigüé si tenía algún conocido que tuviera conocidos en esa mierda de dependencia de gobierno y resultó que sí, pero esta persona me dijo lo mismo: “Estos cabrones lo que quieren es dinero. Son parásitos del sistema y te van a estar jode y jode y jode hasta que les des dinero. Incluso, si no les das, te puede caer una multa. Mejor deja ver si consigo un sindicato baratón, de ésos que con 1500 pesos anuales se van de nalgas”. Cuando le pregunté que por qué chingados, que me diera una razón, me dijo algo similar a lo que me dijo mi compa el abogado: "No trates de entenderlo: así es este sistema de mierda".

Y pues ya. Me di cuenta que de la cogida no me iba a salvar. Y me resigné. Me habló mi compa el abogado para ver cómo me había ido con el asunto, le platiqué y me dijo: “Mejor que te caigan esos cabrones de los sindicatos charros a pedirte 1500 pesos al año, a que te caigan los malandros a pedirte esa cantidad por semana, ¿no crees?”.

Lamentablemente, tiene razón... y es un consuelo agridulce.

¡Viva México fallido!

viernes, noviembre 18, 2011

A favor del viento

La brisa de otoño y las hojas que arranca caminan conmigo. Aunque en el fondo ellas saben que fui yo quien decidió caminar a su lado.

Algunas hojas rozan el empeine de mis zapatos. Otras de color más pálido me regalan un crujido suave al dejarse pisar.

Las hojas acompañan mis pasos siempre y cuando no vaya en contra del viento.

Antes me gustaba ponerme de frente al viento. No era por llevarle la contra, era simplemente caminar, volver la vista atrás y pensar que todas esas hojas rodantes eran el montón de ofensas, fracasos o algo desagradable que pretendía olvidar. Creía que el viento, haciéndome un favor por dirigirme hacía él, se las llevaba para siempre.

Pero el lugar de donde nace el viento es como ir a donde comienza el arcoíris: no puedes llegar.

Entonces retomé lo que todos sabemos: que la Naturaleza es la Naturaleza y sólo por eso es sabia y perfecta. Deduje que si el viento soplaba hacia determinada dirección era porque la Naturaleza así lo quería.

Por eso mejor decidí caminar con la brisa de otoño y las hojas que arranca. Ahora no miro hacia atrás, pues la corriente de aire empuja las hojas hacia adelante. Hacia donde voy. Dejé de ver las hojas como todo lo funesto que quisiera olvidar y decidí verlas como novedades y oportunidades. Algo que me espera en el lugar donde el viento dejará de soplar a mi espalda y soplará en mi rostro al llegar.

martes, noviembre 15, 2011

Galletas subversivas

Al salir de mi casa compré unas galletas integrales con ajonjolí que nunca antes había visto en la tiendita a la que acostumbro ir. Al llegar a la oficina y abrir el paquete con cuatro, me encontré con un escrito: cual mapa de tesoro pirata escondido en el marco de un cuadro. Es algo así como un poema que no rima, pero el detalle de ponerlo en unas galletas, el trasfondo sentimental y de protesta, se me hizo muy chingón, pues refleja el sentir de muchos regiomontanos.


Aquí les presento el texto íntegro:

Desde el cerro de la silla

Entre el pesar y la tristeza

No puedo dejar de comentar

que el brillo de Monterrey

poco a poco se nos va en

un torbellino de maldad.

Toda la belleza de su entorno,

la fortaleza de su gente,

el sol, ese sol de don Alfonso Reyes.

Su grandeza acumulada,

su río seco a ratos,

y a ratos gran afluente.

Hoy no son nada...todo ausente.

Hay luto...

Mucho dolor en el ambiente.

A diario suena la impunidad,

la cínica desvergüenza del poder,

ahogándose en su mediocridad

y su peste.

Abramos el corazón.

Regresemos a nuestro interior

y encontremos ahí

la paz ausente.


Lee Po Julio 2011

Cuando hasta un empaque de galletas se queja de esta pinche situación que vivimos, es porque en verdad estamos de la rechingada.

Otra cosa: ¿ven cómo es posible alzar la voz desde cualquier trinchera? Nomás faltan huevitos y salir de la zona de confort.

Ya quisiera ver a Marinela o Sabritas haciendo esto a nivel nacional.

lunes, noviembre 14, 2011

Atento aviso

Por favor a quien no le haya llegado su libro de Diarios del Fin del Mundo o las playeras del Escuadrón Retro con las calcas, avíseme. Me han devuelto algunos paquetes hasta dos veces porque no hay nadie en el domicilio indicado o no han hecho caso al aviso que deja el Servicio Postal Mexicano del lugar al que hay que ir a recoger los paquetes si no hay quien firme de recibido. Recuerden que estaré en México hasta el 15 de enero; después de esa fecha no podré mandar más paquetes. Gracias y buen inicio de semana.

viernes, noviembre 11, 2011

A ver: todos ésos que están mame y mame y mame con que ya me vaya, con que ya no me despida, con que ya me largue a la verga... ¿cuál es su pinche pedo?

¿Nunca se han ido a vivir a otro país o qué chingados? Qué digo "irse a vivir": ¿nunca han sacado una pinche visa o un pasaporte? ¿No saben que hay ciertos requisitos y trámites y papeleo que hay que hacer y que a veces tarda un poco?; más si vas a ir a residir a otra tierra.

Ya, para que puedan dormir tranquilitos y la fecha de mi viaje no les quite el sueño, les aviso que mi avión sale el 15 de enero; así es que se joden y de aquí a dos meses van a seguir leyendo mis pinches quejas y mis pinches amarguras por seguir en esta ciudad. Y apréndanse bien mis posts, porque les voy a poner examen, culeros.

Bueno, ya. Les dejo dos caricaturas que hice en la semana.



martes, noviembre 08, 2011

Las andanzas de una mudanza


Tengo un plazo de 15 días para dejar la casa en la que he vivido este último año. Quince días para explicarles a las aves que llegan a diario a la terraza y al patio que me voy, y que posiblemente los nuevos inquilinos no tengan la intención de alimentarlas.

Las estanterías de los muebles están casi vacías y la mesa y las sillas del comedor están llenas de cajas llenas de libros, discos, películas y adornos.

En las mudanzas uno recuerda por qué no es bueno acumular tantas cosas. Como quiera ese valor sentimental por un adorno o el renglón más importante del libro que cambió tu vida quedan guardados en la memoria y en el corazón, y los cargarás para todos lados.

Aún no encuentro cliente para mi sala recién tapizada ni para mi cama. La computadora de escritorio, el reproductor de devedes y el viejo televisor que pocas veces encendí para ver las series que rentaba, ya tienen nuevo dueño. El refrigerador, al parecer, me lo compran esta semana.

A la mayoría de las personas les da gusto mi partida. Quiero pensar que es porque me aprecian y piensan que seré feliz y mi felicidad es la suya o mi viaje los motiva a emprender el suyo; no porque me quieran tener lejos, snif.

No falta quien me dice: “Pues sí, tú no tienes hijos, por eso puedes irte”; o: “Tú puedes irte porque no tienes responsabilidades, ni horario laboral fijo, ni ataduras, ni nada”. Y sus palabras me suenan a reproche. ¿Por qué reprocharle a alguien la vida que ha decidido vivir?

Cuando se atrevan a realizar un cambio radical en su vida, acuérdense que casi todas las personas buscarán que sigas su camino, no el tuyo. Querrán que seas como ellos porque ellos no pueden ser como tú. Eso es lo que más desearían ser. Por eso prefieren que te sumes a su amalgama insípida, predecible y homogénea, para no verte correr libre desde las filas que están imposibilitados a romper.

Los límites nos los ponemos nosotros porque permitimos que nos impongan límites. Hay que romper filas. Agarrar el camino que no está pavimentado. Las filas nos llevan de vuelta al salón de clases después del recreo. No es que sea malo el salón de clases, pero ¿por qué no estudiar donde tenemos el recreo? Ve más allá del límite. Cruza la raya y mira hacia ambos lados. Aunque te digan que vienen coches que te arrollarán, no es así. El camino está libre. Y si algún coche pasa, será el que te llevará hasta tu destino.

viernes, noviembre 04, 2011

Ahora que visito más el twitter que el blog, me dieron ganas de subir esta caricatura.


Buen fin de semana.

jueves, noviembre 03, 2011

El Filósofo de Cantina me sacó de onda

Ayer tuve una de las pláticas más extrañas que he tenido en mi vida. Fue con el Filósofo de Cantina.

Llegué al Zacatecas antes de las 10 de la noche y le comenté al Filósofo de Cantina lo de mi próximo viaje. Me dijo sonriendo que desde que me conoció era algo que sabía que tarde o temprano haría. Le pregunté que por qué, y me respondió con un escueto: “Simplemente lo sabía”.

Le platiqué también de mis miedos, de las preguntas que a veces me hago, de las veces que estoy bien seguro de mi decisión y de las pocas en las que titubeo. El Filósofo de Cantina dio un largo trago a su cerveza y me miró muy serio:

-Voy a hacer algo que pocas veces he hecho -me dijo haciendo a un lado su cerveza, el servilletero y los platos con totopos y salsa que había frente a nosotros, y puso ambas manos sobre la mesa, como si la acariciara.

-¿Qué recuerdos tienes de tu infancia? Específicamente entre los 7 y los 9 años. Dime algo importante que haya sucedido en esa etapa.

Pensé en muchas cosas. No sé si eran cosas importantes, pero pensé en muchas. Pensé en mi primera bicicleta: una Bimex de color azul; pensé en el pequeño balcón que daba al árbol de la primera casa donde vivimos; en todas las veces que jugué dentro de la casa de madera de nuestra perra bóxer; en lo mucho que me gustaba colgarme del tubo del tendedero de la ropa porque me creía Tarzán; en la vez que me fui en la parte de atrás del camión de la mudanza, cuando cambiamos de domicilio; recordé el nuevo barrio, donde había pocas casas y casi todo era monte. Todo eso se lo dije al Filósofo de Cantina, y, sin dejar de mirarme a los ojos, me dijo: "Muy bien".

-Ahora, quítale la mitad a tus años. ¿Dónde estabas cuando tenías la mitad de tu edad?

-Mmmm... Ya había acabado la prepa. Estaba en un pueblito de Kansas, estudiando inglés. Estaba por regresar a Monterrey -le dije.

De pronto, el Filósofo de Cantina adoptó una actitud más relajada. Me sonrió, dejó de mirarme con esos ojos profundos, volvió a poner los platos y el servilletero frente a nosotros, tomó su cerveza y le dio otro largo trago.

-¿Eso qué tiene que ver?... -le dije algo desconcertado.

-No voy a explicártelo porque sé que no crees en nada… o en casi nada. Sería ocioso y al tratar de explicártelo me sentiría como los charlatanes. Lo único que te puedo decir es que ahí tienes la respuesta. Este viaje era algo que vas a hacer quieras o no. Simplemente tenía que suceder ahora.

-No te entiendo... o sea… ¿por qué lo dices?, ¿qué tiene que ver eso de las edades?...

-Pues que estás en la edad para hacerlo. Entre los 7 y los 9 años tu familia se cambió de domicilio. A la mitad de tu edad te fuiste del país. Era hora de que sucediera otra vez. Es algo que simplemente está escrito. No me pidas que te lo explique, por favor.

-Achinga… pero... ¿qué tiene que ver que cuando tenía esas edades… ¿cómo...

-No trates de entenderlo ni me pidas que te lo explique, Gustavo. Ahí está. Por más dudas que tengas, ahí está. Por eso lo sé desde la primera vez que te vi. Sí, yo sé que sueno a loco, pero ¿qué loco te pregunta las edades en las que hubo mudanzas o cambios en tu vida cuando estás a punto de realizar uno?

Me quedé callado, bien sacado de onda, la verdad. Me sacó de onda lo de los "viajes" o "cambios" en mi infancia y adolescencia. ¿Cómo lo supo?, ¿qué relación tenían?, ¿por qué tenían que tener una relación? Traté de recordar si alguna vez le hablé de mi pasado con detalle al Filósofo de Cantina, pero no recordé haberlo hecho. O, si alguna vez llegué a hacerlo al calor de las cervezas, el hombre debía tener una memoria impresionante para recordar fechas, edades, situaciones, hacer números, cálculos o qué sé yo, para armar un circo onda esotérica, como me pareció lo que acababa de decirme. Honestamente, lo que me dijo me dejó algo inquieto; pero el respeto y admiración de tantos años por ese hombre no me permitieron verlo como a un farsante, ni como un orate alucinado, ni como un adivino, ni como alguien que se quería hacer pasar por un brujo misterioso. Aunque debo de confesar que, al no recibir una explicación, estaba en el límite de la frontera de la decepción, en el punto crítico de perderle todo respeto.

El Filósofo de Cantina se terminó la cerveza de un pequeño trago. Sacó un billete de 100 pesos y lo puso debajo del servilletero. Se puso de pie, se frotó el estómago y se despidió de mí, amable, como siempre. Dijo que tenía un compromiso.

Lo seguí con la mirada hasta la puerta del fondo. Al abrirla, el bullicio nocturno de la avenida que pasa frente al bar inundó por unos segundos el lugar. Antes de salir, el Filósofo de Cantina se detuvo, me devolvió la mirada y sonrió. Al salir y cerrar la puerta, el Zacatecas volvió a quedar envuelto en ese silencio efervescente que sólo rasgan los vasos y botellas de vidrio al chocar.

martes, noviembre 01, 2011

Reconciliándome con mi ciudad

Comenzó el último mes del otoño. Desde hace algunos días, muy temprano en las mañanas, percibo en el ambiente una brisa fresca y perfumada. Los aromas son variados. A veces el aire huele a leña ardiendo, como huele por las tardes cuando el señor que vende elotes pasa por enfrente de mi casa. Otras veces huele a sopa de verduras hirviendo, como olía la cocina de mi abuela al medio día. Pero la mayoría de las veces me visita en la terraza un olor a hierbas y flores de las cuales me gustaría conocer sus nombres, pero siento que si los supiera, dejarían de tener ese halo silvestre y misterioso. Mientras observó una de las montañas que nos rodean –la imagen que todos deberían grabar en sus cabezas antes de irse a trabajar-, la brisa cargada de aromas también carga consigo las ganas de reconciliarme con esta ciudad.

Pareciera que estos primeros soplos del invierno que se aproxima le cambian el feo rostro a esta capital industrial. Hasta ganas dan de andar caminando entre sus calles, plazas y parques sin miedo a ser asaltado, levantado o a quedar como queso gruyer: lleno de agujeros.
Honestamente, eso de la reconciliación lo hago porque no me gustaría irme a Canadá odiando a esta ciudad por más que la aborrezca. Sé que no es su culpa ser odiosa. Pero tampoco es la mía que así sea.

Juro que no es un odio irracional. Tampoco es un berrinche que se me pudiera pasar fácil. Quizás esté exagerando y ni siquiera sea odio lo que siento; tal vez es sólo hartazgo por haber perdido todas mis expectativas del lugar en el que vivo.

Y sí: mis razones tengo para afirmar que nada va a cambiar, que todo esto es un círculo vicioso y que, con el tiempo, las cosas se van a poner peores o, mínimo, serán iguales que antes y nos llevarán de nuevo a lo que hoy vivimos. Por lo que he concluído que no es la ciudad en la quiero hacer mi vida.

Para comprender y comprobar lo que digo, tendrían que leer algo de historia, análisis político, geografía, periodismo y filosofía, en vez de dejar todo “en manos de Dios”. Todas las respuestas las he encontrado en los libros, y mis decisiones las he basado en lo que he leído y en los sentimientos que desde hace algunos años me abruman.

Conociendo un poco la historia de esta ciudad, comprenderán que no hay muchas esperanzas.

Si saben quiénes son sus fundadores y dueños, se darán cuenta quiénes son los propietarios de las escuelas públicas y privadas que educan a sus hijos y con qué filosofía los educan; se darán cuenta quiénes son los dueños de las empresas, de los bancos, de las tierras, de las iglesias, del transporte, de los medios de comunicación, del gobierno, de tu dinero y de tu vida. Sabiendo lo anterior concluirán que nada cambiará ni a corto plazo ni a mediano plazo. Y como la vida es un plazo muy corto, prefiero no estar aquí.

Rásquenle tantito y verán por qué nunca vamos a tener un transporte colectivo autosustentable y eficiente, que abarque toda el área metropolitana; lean y dense cuenta el por qué vamos a tener siempre más concreto que árboles, más negocios gringos que mexicanos, más basura en el radio y la televisión que contenido nutritivo; lean y verán por qué nunca seremos la ciudad de las bicicletas, la ciudad de la gente culta y por qué sí la gente de esta ciudad seguirá siendo neurótica, agresiva, racistas, pendenciera, soberbia, prejuiciosa, enajenada y de conductas compulsivas. Todo eso está en los libros, y para abrir los ojos y darnos cuenta, hay que leer (y vivir aquí, obviamente); no poner las cosas en manos de Dios.

Las cosas no van a cambiar. Entiéndanlo de una vez. No está en ninguno de nosotros cambiarlas. Aquí nadie quiere un cambio. Monterrey es una ciudad que no compite con nada ni con nadie (si no, échenle un ojo a sus empresas más importantes y díganme si alguna tiene competencia). Monterrey no es una ciudad leal, no es una ciudad moderna, no es una ciudad progresista, no es una ciudad que quiera un cambio. Es como querer poner un restaurante vegetariano exitoso en la capital de los devoradores de carne; en la ciudad donde asar trozos de animales en un gen. Por más ganas que le eches a tu restaurante vegetariano, por más fe que le pongas, por más duro que trabajes, vas a fracasar rotundamente.

Me decido y camino por las calles de esta ciudad, y veo a su gente y me dan ganas de pararme frente a ellos y decirles: “A nadie le importas”, “te están engañando”, “tus hijos no tienen futuro”, “las cosas nunca van a cambiar”, “morirás y nunca verás lo que anhelaste”.
No lo hago porque muchos pensarán “quién es este pinche loco”. Y no lo hago también porque muchos simplemente lo saben. Lo veo en sus miradas resignadas.

En una ciudad donde hay tanto dinero, siempre habrá tratos con quien no debiéramos hacerlos; en un estado que presume tener al municipio más rico de Latinoamérica (monetariamente hablando, recuerden que aquí ser rico es tener dinero y cosas materiales), los problemas siempre serán un chingo; pues en un país sin educación, ni valores, ni oportunidades, ni igualdad, siempre habrá quienes quieran obtener bienes materiales sin ganárselos y vivir el estilo de vida que unos cuantos imbéciles de fuera quieren imponernos. Por lo tanto, esta ciudad siempre será el paraíso de los bandoleros, de los ignorantes y de los huevones. No importa qué tantos maten, no importa qué tanto depuren las policías, no importa qué tantos soldados haya en las calles, no importa qué tantos empleos malpagados generen. Mientras se cambie el envase pero no el contenido, esto seguirá siendo mierda perfumada, pero mierda al fin.

Lo bueno es que ya me voy, y me quiero ir reconciliado con mi ciudad.

lunes, octubre 31, 2011

Mi compa el Adivinanzas

Juro por un molcajete con callo de hacha fresco que ya no me cagan tantas cosas como antes. Saber que me voy de esta ciudad me ha hecho ver la vida de un color rosa chillante con matices “paulo-cohelescos”. Y, en parte, debo admitir que eso me caga, jejejeje.

Pero si algo me sigue pateando las pelotas más que ver al Pato Zambrano diciendo pendejadas en horario doble A, son esos cabrones que te platican anécdotas como si fueran adivinanzas. Si no me explico, aquí les va el ejemplo del fin de semana.

Estaba con un compa al que tenía algunos meses de no ver, y me empezó a poner al tanto de su vida. Y la plática fue más o menos así:

-¿Y a que no sabes a quién vi? -me preguntó mi compa.

-No, no sé -le respondí.

-¡Al Vampiro! ¿Te acuerdas del Vampiro?

-Sí, sí me acuerdo.

-Pues me lo topé hace una semana. ¿Y a que no sabes a dónde nos fuimos?

-No, no sé.

-¡A La Coneja!

-El congal que está en avenida Colón.

-Ése mero. ¿Y hasta qué hora crees que estuvimos ahí?

-…no sé…

-Hasta que cerraron.

-Órale.

-Y luego, ¿a que no sabes a dónde nos fuimos?

“¡Aaaaarrrgggjooooode la veeerrrrrgggg#$%&! ¡Deja de estarme haciendo preguntas. Yo no estuve ahí, yo no estuve ahíiiiii, no tengo por qué sabeeerrrr hijo de la tiznadaaaaaa! ¡Desde niño me cagan las putas adivinanzaaaaasssss y tú haciéndome una cada que me quieres platicar algoooo! ¡Aaaaarrrrrggghhhhhhhggggrrrrrrr!”, pensé serenamente.Y mi compa siguió con sus preguntas pendejas y yo de pendejo escuchándolo.

Y ya. No me culpen. Hoy es lunes y los matices rosas chillantes “paulo-cohelescos” de la vida no los distingo los lunes. Tal vez mañana.

viernes, octubre 28, 2011

Cartón del fin de semana.

Ya les puse etiquetas a mis tiras y a mis caricaturas políticas, por si quieren darse un rol y verlas todas de corrido. Nomás píquenle donde dice "Etiquetas: Cartón Político". Buen fin de semana.

martes, octubre 25, 2011

Hoy, a mis 35

Hoy, a mis 35, amaneció como me gusta: nublado. La gente y la ciudad siguen siendo las mismas y no espero que cambien; simplemente porque hoy amaneció nublado. Porque las nubes son como un telón gris que cae y esconde todo lo malo. Un telón que se despejará por la tarde esperando que el escenario quede limpio e iluminado.

Si me baso en la expectativa promedio de vida de las personas, hoy llego a la mitad de la mía. No es que me esté sugestionando ni nada por el estilo, simplemente así es. Dependerá de mí y mis circunstancias vivir más o vivir menos. También dependerá de mí sentir que estoy vivo; depende de mí la intensidad que le aplique a los días por venir, viva más o viva menos que el promedio de la gente.

Llegué aquí, a mis 35, con la rapidez que un mago aparece una paloma; por lo que estoy consciente que en lo que la desaparece, estaré en la otra mitad. Es un instante. Un parpadeo. Un balonazo en la cara. Casi 13 mil días que se sienten como 13 segundos.

No es nada nuevo lo que les estoy diciendo. Se la pasan repitiéndonos lo mismo desde que nacemos: que si la vida es corta, que si hay que vivirla como si fuera el último día, que si hay que ser feliz, que si esto, que si lo otro. Nos lo dicen tanto que ni siquiera lo razonamos, que ni siquiera lo sentimos. Nos lo dicen tanto que nomás repetimos lo mismo, como cotorros, sin estar conscientes de la tragedia tan chingona que es vivir. Si en realidad viviéramos los días como si fueran los últimos, el mundo sería otro. Nuestro mundo interior sería otro. Yo aprendí eso en esta ciudad. Quizá sea lo único que voy a agradecerle: el haberme hecho consciente de que cualquier día te pueden matar nada más porque sí. Y ahí es cuando te sientes valioso. Ahí es cuando te pesa saber lo que perderá el mundo si tú faltas. Ahí es cuando sientes rabia de que mueran los chingones y sigan vivos los inútiles. Y la rabia es buena, porque te desapendeja y te lleva a la acción.

A mis 35, te lo digo: debes estar bien consciente que como llegues aquí, posiblemente así será el resto de lo que te queda de vida. Si eres celoso, serás más celoso y enfermarás de celos; si eres intolerante, lo serás más con los años y te volverás odioso e ignorante; si eres un pendejo, morirás siendo un pendejo. Busca tu libertad, tu luz, tu paz, tu felicidad, tu como-quieras-llamarlo, pero búscalo –o búscate- y no te permitas ser el mismo que llevas siendo toda la vida ni permitas que toda tu vida sea la misma que es o lo que dicen los demás que debe de ser. Si no estás conforme, búscalo. Hazte un favor y conócete y sé tú y no seas el que aparentas ser para mantener una felicidad ajena o un estatus quo comodino y frívolo.

También espero que cuando llegues a este punto en el que me encuentro –o si ya lo pasaste-, hayas aprendido a tomar las decisiones correctas. Ésas siempre sabemos cuáles son. ¿Sabes cuáles? Las más difíciles. Las que más te dolerán. Ésas son. Espero que si tomaste las decisiones incorrectas, o si alguien o algo las tomó por ti, haya vuelta atrás. Espero que no te arrepientas de nada de lo que hayas hecho, siempre y cuando lo hayas hecho acorde a tu esencia, congruente con tu pensar y haya sido una acción honrosa de tus sentimientos más profundos.

Recuerda no privarte de emociones, sobre todo de las que brotan espontáneamente; pero tampoco prives a los demás de ellas ni las confundas con lo visceral. No le digas no a nuevas oportunidades, pero tampoco le digas que sí a todas -aprende a elegir- y respeta a quienes no quieren tomarlas. Allá ellos. No tengas miedo y, cuando lo tengas, que sea sólo para asegurar tu supervivencia. El miedo a veces es bueno. Es convenenciero. No te andes con mamadas, no le pegues al valiente ni seas un déspota. Aprende a leer a la gente con sólo mirarla a los ojos o escucharla hablar. No pierdas el tiempo con pendejos. Busca a quienes te dejarán algo de provecho, aunque sea una anécdota divertida. Aléjate de quienes nada más hablan del trabajo y de la inseguridad y de cómo hacer más dinero y de que "no hay de otra más que seguirle chingando". No es que me haya costado 35 años comprender esto, lo que pasa es que posiblemente me queden sólo 35 más y no quiero ser otra persona que no sea yo ni quiero que otros vivan o dirijan mi vida.

Debes de nacer viejo, pensar como viejo, sentirte viejo, actuar como viejo, para así poderle encontrar el poco sentido que tiene la vida. Sólo siendo un viejo podrás volver a ser joven y mantenerte joven.

Y no, ni te estoy aconsejando ni te estoy motivando ni nada. Nomás te digo lo que a mí me ha funcionado para “abrir los ojos”. Cuando “abras los ojos”, cuando te sientas pleno por dentro por méritos propios, tanto mentales, materiales y espirituales; cuando encuentres ese equilibrio que descifre el manual de cómo vivir de acuerdo a ti para así poder vivir rodeado de los demás, entonces será el primer día de tu vida. Como dice esta canción:


lunes, octubre 24, 2011

¿Se extrañan los árboles?


Por cada hijo que no tengo y por cada libro que no he escrito, decidí plantar árboles; creo que así equilibro ese dicho estúpido de “las tres cosas que uno debe hacer antes de morir”. También espero con mi acción borrar esa monótona y gris geometría de los fraccionamientos y equilibrar un poco la ausencia de áreas verdes y aire limpio en mi ciudad.

En la banqueta de la casa donde vivo hay un fresno de unos 30 años y unos 12 metros. Obviamente yo no lo planté, pero lo he cuidado muy bien. Es de los pocos árboles que quedan en mi calle y en la colonia. Como alguna vez les dije, pareciera que las personas encuentra molestos a los árboles, porque se la pasan podándolos y tumbándolos nomás porque se les caen las hojas y los pájaros se posan en sus ramas y cagan sus autos. Ay, qué gran tragedia…

En el patio trasero tengo una higuera, un ciruelo, un limón y un guayabo. También algunas plantas, como tomates, orégano y hasta nopales. Tenía un aguacate, pero se secó hace algunos meses y lo sustituí con el limonero. Los árboles del patio tienen poco más de un año que los sembré –menos el limonero-, y cada que salgo fantaseo con el día en que cumplan su función natural y alcancen la altura y el grosor necesarios para cubrir con sus ramas la superficie del jardín y tener mi propio bosque. Y es que a falta de bosques y de conciencia ecológica en esta ciudad, uno debe de construirse sus propias junglas, aunque sea en un área de dos metros por dos metros.

Pero ya me voy de esta ciudad. Me voy a una ciudad con más árboles. Y cuando me vaya, voy a extrañar este patio y a sus habitantes. No importa que en Canadá haya pinos, arces o cedros; yo extrañaré esta pequeña porción de tierra con cuatro árboles frutales que riego casi todos los días de la semana después del trabajo.

Me voy. Y la casa en la que vivo la rentarán o quizá la venderán y sólo espero que quienes la habiten comprendan el valor de los árboles y aprecien su belleza y los disfruten tanto como yo.

No sabía que los árboles podían extrañarse. Yo voy a extrañar a los míos.

viernes, octubre 21, 2011

Clientes monstruosos

No sé si se deba a que es octubre, el mes del halloween, los fantasmas, los “mostros” y el “horrors”; pero es que neta que últimamente han llegado al negocio de cajas muchos clientes que dan miedo, brrrrrr...

El primero fue hace un par de semanas. Llegó un cabrón de ésos que alguna vez estuvo musculoso y ahora tiene cuerpo de luchador mexicano, acá: todo ancho y barrigón, y que cree que sigue estando musculoso y delgado y sigue usando playeras pegadas al cuerpo y no sabe que es de muy mal gusto para los ojos de cualquier ser viviente por más insignificante que éste sea.

Total que el güey llegó preguntando por material de empaque para una mudanza, y pues ya, le ofrecí plástico burbuja, mecate, cajas, cinta adhesiva y chingaderas de ésas. El güey, sin que yo se lo preguntara, sacó el tema de que había sido integrante de un grupo músico vocal mexicano. Cuando le pregunté, por pura cortesía, que de cuál agrupación, me dijo muy orgulloso que de Ragazzi.

Aaaah, síiii…, le dije sin saber qué putas era Ragazzi. Luego me aclaró: Bueno, yo soy de la segunda etapa del grupo. “Mmmmta madre, ¡no conozco ni a los de la “primera etapa” y este cabrón cree que voy a conocer a los segundones!”, pensé.

Después me sentí algo incómodo porque se quedó callado y yo no sabía si el güey me había hecho esa revelación porque quería que le pidiera un autógrafo o porque buscaba que le hiciera un descuento por su fugaz y vergonzosa carrera musical. Durante ese silencio incómodo, yo nomás pensaba: “Que no se vaya a poner a cantar, nomás que no se vaya a poner a cantar por favor Diosito...”.

Total que el chico Ragazzi no cantó ni pidió descuento y terminó llevándose nomás mecate y plástico burbuja.

A los 5 minutos de su partida, me entró una angustia bien gacha y empecé a tener visiones, pues supuse que lo que el “Ragazzo” había comprado lo iba a utilizar para suicidarse. Ya lo veía yo en su cuarto, cubriendo todos los muebles de plástico burbuja, subiéndose a una silla y metiendo la cabeza en una horca de mecate, snif. ¿O a poco no se suicidarían ustedes, queridos lectores, de haber sido integrantes de la segunda etapa de un grupo músico vocal mexicano del cual nadie se acuerda ni de los integrantes de la primera etapa? Yo sí lo haría, y a mucha pinche honra.

Pero nel. El güey no se suicidó porque llegó como a las dos horas por más cosas y ahora sí se llevó cajas y cinta adhesiva y bolsas de mic pac y otras cosillas. Pero cuando se fue, otra vez me entró la angustia, pues pensé: “¿De dónde diablos habrá sacado el dinero para pagar todo lo que se llevó este cabrón? Si Rigo Tovar murió en la miseria siendo exitosísimo como cantante, no quiero imaginar la vida de un miembro de la segunda etapa de un grupo llamado Ragazzi”.

Y ya no volvió. Tal vez sí se suicidó.

Luego, como a la semana, llegó un cabrón bien raro, con la cabeza rapada, acá, tipo skin head pero con la mirada más loca. El hombre quería pedazos de cartón pequeños, quesque para unas manualidades que iban a realizar los niños de una iglesia. Le ofrecí una lámina de cartón, pero me dijo que si no tenía los cuadritos ya cortados. Entonces busqué unos pedazos de cartón de desperdicio que a veces nos manda la franquicia. Y los encontré y se los di. Eran bastantitos. Cuando me dijo que cuánto me debía, le dije que no había problema, que se los regalaba. Y con una seriedad perturbadora, me dijo: “Estás trabajando para Dios”, y se fue. Un escalofrío me recorrió desde la nuca hasta el nudo de globo. Cerré la puerta del negocio con llave y me puse detrás del mostrador, armado con un cuchillo desechable de esos que vienen en las comidas corridas. Y es fecha que sigo teniendo pesadillas con ese cliente pelón y sueños raros de que soy el empleado del mes del supermercado de Dios.

Y bueno, ya. El último cliente del horror llegó hoy. Era un señor cincuentón que me preguntó por bolsa navideñas. Estamos a 10 días de halloween, ah, no, pero el señorón quería bolsas navideñas, con santocloses y monos de nieve y renos y nochesbuenas. Cuando le dije que eso lo empezábamos a manejar la primera semana de noviembre, se dio la media vuelta y se fue tranquilamente. Y cuando se fue, ¡me cayó el veinte! Era un viajero en el tiempo. ¡Era un pinche viajero en el tiempo! Nunca antes había venido al negocio un viajero en el tiempo y yo lo eché a perder, snif. Desperdicié la que posiblemente sea mi única oportunidad de conocer a un viajero en el tiempo. ¡Vuélve y llévame contigo, viajero en el tiempooooo; llévame a donde sí haya bolsas de navidad en octubreeeee, viajero en el tiempooo!

Y ya, ésos han sido mis clientes del mes.

martes, octubre 18, 2011

Fuentes



A falta de playa, las fuentes de mi ciudad. Las fuentes de cualquier ciudad sin playa.


A veces sueño que brinco de una fuente a otra, como un delfín alado que escapa de un tanque del circo.


Sueño que salpico a los oficiales de policía cuando me persiguen para atraparme, que mojo el pavimento y lo dejo resbaladizo y que dibujo estelas de arcoíris en el aire que adornan los edificios, destellan en sus ventanas y envuelven a la gente.


Las fuentes atraen a los niños en tiempo de calor. A veces también a la gente que no tiene aire acondicionado. Cuando los niños dejan de ser niños, las fuentes dejan de manar agua y se llenan de maleza y bichos. Se convierten en monumentos al olvido; en tumbas de nuestra inocencia.


¿Quién no ha visto alguna vez las gotas que salpican y traslucen con el sol, el mosco que patina en la superficie a pesar de la turbulencia y ese eterno color azul que huele a musgo y cloro?


Pienso que las ciudades no tienen tantas fuentes como debieran. La vida cotidiana tiene mucho más fuentes: las fuentes de empleos, las fuentes de ingresos, las fuentes con las que se escribe un reporte en la oficina. Soñar con la fuente de la juventud o la fuente de la vida eterna después de una jornada laboral. O pensar que jamás se acabará la fuente de nuestro amor o de nuestras ideas.


Todo en la vida –podría decir que todo lo mejor-, brota de una fuente. Por eso deberían de construir más fuentes en las ciudades: para que no se nos olvide este pensamiento.


Nada más hay que tener cuidado de que no suceda con nuestra fuente interna lo que sucede con la mayoría de las fuentes de la ciudad: que dejan de manar agua, se llenan de maleza y bichos y terminan convirtiéndose en monumentos de olvido o en sepulcros de nosotros mismos.


Que nuestras fuentes sean inagotables.

lunes, octubre 17, 2011

El mejor alcalde del mundo

No sé si el video sea real, pero si lo es, ejemplifica perfectamente eso que dicen de que se deben tomar medidas radicales para tener cambios reales.

El alcalde de Vilnius, Lituana, aplasta con tanquetas los coches mal estacionados de los ricos que creen que están por encima de la ley y no pueden respetar una regla tan sencilla: no estacionar el coche en el carril por donde circula la gente en bicicleta.


jueves, octubre 13, 2011

Aquí les comparto uno de mis poemas favoritos. Lo leo casi todas las noches, como si fuera una oración. Creo, en el fondo, que hacer eso me ayudará a sobrellevar estos últimos tres meses en México. Ideas de uno...

Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
De otro modo, no empieces siquiera.

Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
Tal vez suponga perder novias, esposas,
parientes, empleos y quizá la cabeza.

Ve hasta el final.
Tal vez suponga no comer durante 3 o
4 días.
Tal vez suponga helarte en el
banco de un parque.
Tal vez supongo la cárcel,
Tal vez suponga mofas, desdén,
aislamiento.

El aislamiento es la ventaja,
todo lo demás es un modo de poner a prueba tu
resistencia, tus auténticas ganas de
hacerlo.

Y lo harás a pesar del rechazo y las
ínfimas probabilidades
y será mejor que cualquier otra cosa
que puedas imaginar.

Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
No hay sensación parecida.

Estarás a solas con los
dioses y las noches arderán en
llamas.

Hazlo, hazlo, hazlo.

Hazlo.

Hasta el final.
Hasta el final.

Llevarás las riendas de la vida hasta
la risa perfecta, es la única lucha digna
que hay.

Charles Bukowski

lunes, octubre 10, 2011

¡Hasta de Chipre piden el libro Diarios del Fin del Mundo!


¡Sí, todavía hay!
Buen inicio de semana.

viernes, octubre 07, 2011

...entonces tu mente será libre


Ya vendí mi carro. Ya completé para el viaje y para parte de mis estudios por un año. Me faltan sólo dos cartas -una en español y otra en "inglich"- firmadas por el director general del periódico donde diga que seguiré mandando mi trabajo y recibiendo mi sueldo durante mi estancia en Toronto. Teniendo esto, directo al consulado a tramitar mi visa.

Últimamente batallo menos para dormir en las noches, pero los días me siguen pareciendo larguísimos y a veces me duelen y me pesan. Dudas sobre mi decisión, ya no las tengo.

De pronto siento que empiezan a tener sentido muchas cosas. Pequeñas cosas que complementan nuestra manera de ver el mundo. Por ejemplo: todas esas canciones que nos gustan tanto pero que nuestras vidas no son como sus letras y quisiéramos que así lo fueran, o todos esos autores a los que admiramos por sus ideas pero nunca las imitamos. Tantos pensamientos y sentimientos sin acción, que permanecían guardados por distintas razones, ahora afloran. No es que antes nada tuviera sentido, simplemente era otro el sentido. Ni más bueno ni más malo, distinto nada más. Y cambiarlo muchas veces es aterrador, como ir en el carril express en sentido contrario.

Hace un par de noches soñé que me encontraba un huevo tirado en la calle y que empezaba a ver cómo se iba rompiendo y cómo iba asomándose el pájaro. Lo curioso del sueño era que todo estaba oscuro y, cuando el cascarón se quebraba por completo, todo se iluminaba y el aleteo del pájaro hacía que todo a mi alrededor volara y sentía como si yo hubiera sido el que acababa de liberarse. Muy raro pero muy chido.

Tengo que empezar a llevarme mis libros y películas a casa de mis padres. También tengo que llevar al Cucho más seguido con ellos, para que se vaya aclimatando. Dicen que cuando salgo de la ciudad, aúlla y llora y se pone muy chiflado. Creo que lo maleduqué llevándolo todos los días a la oficina. Está enchichado, como dicen. Pienso también hacer una venta de garaje para vender lo poco que tengo y empezar a guardar textos, dibujos y recuerdos en usbs o en algún disco duro externo.

De pronto todo comienza a tener sentido. Otro sentido. Ni mejor ni peor, sólo distinto. Por lo pronto, hoy cobra sentido una frase de Charles Bukowski con la que siempre me he identificado, y que dice así: “Todo lo que poseas debe de caber en una maleta; entonces tu mente será libre”.

miércoles, octubre 05, 2011

Vete al espejo antes de que te alcance la realidad


Mírate en el espejo. No es que te hagas viejo, lo que pasa es que la realidad nos alcanza a todos. La realidad es una ficción que te hace pendejo. Una fantasía creada para que creamos que no hay más panorama del que ella nos ofrece, y, por lo general, ese panorama nunca es terreno fértil para utopías y sueños. Por eso la triste ilusión de estar envejeciendo.

La realidad de repente te da cierta ventaja, como la liebre se la da a la tortuga, pero termina alcanzándote. La clave está en tener la suerte, la torpeza o la inteligencia (llámenlo como quieran) de la tortuga: que se tropieza, rueda y cruza la meta, que saca fuerzas de quién-sabe-dónde o le sucede algo inverosímil: como la realidad misma.

No hay peor resaca que darte cuenta que tu vida no es como la soñaste a los 9 años o a los 18. Esa cruda no se compara con la cruda del ginebra mezclado con Coca Cola o la del tequila con refresco de toronja. Es una cruda física y moral espantosa, de ésas que al día siguiente no quieres ver a nadie porque sabes que hiciste el ridículo de tu vida cantando en calzones en el karaoke. Sólo que esta resaca muchas veces no depende de ti, aunque te moderes en tu forma de beber o seas abstemio. Esta cruda simplemente te pega, así de fácil, porque ése es el propósito de la realidad: que choques de frente contra ella.

El choque es aparatoso, pero no te matará; no te preocupes. A lo mucho te mandará de nalgas y te matará en vida, que es más feo que morir. Preocúpate por eso, aunque creas estar vivo.

Vete al espejo y háblate con la verdad, antes de que la realidad te alcance. Pregúntate si eres quien quieres ser, si vives lo que quieres vivir y si tienes más de lo que podría caber en una maleta el día que decidas cambiar el rumbo.

Hazte preguntas. Hazte muchas preguntas. Las preguntas abren caminos, no las respuestas. Las respuestas siempre las hemos sabido, nacemos con ellas, pero sin preguntas es imposible que broten de nosotros mismos. Sin preguntas, la realidad se encargará de darnos las respuestas que no buscamos, y terminaremos resignados ante ellas, olvidando las propias, cerrando caminos.

Mírate al espejo y háblate con la verdad. Hazlo antes que la realidad te mande de nalgas y te la pases así: cayendo y levantándote una y otra vez sin avanzar. La gente no avanza por eso, o avanza como las tortugas y los caracoles, porque creen que la vida es de tropiezos o que en la vida sólo se aprende a chingazos.

No lo hagas. Vete al espejo.

martes, octubre 04, 2011

Abrí una cuenta de twitter (@GuffoCaballero) y, como diría el nefasto del Chapulín Colorado: ¡Síganme los buenos! (sí, ya sé que ese chiste lo han dicho veinticatorcemil millones de veces los twitteros, pero déjenme: soy nuevo en esto, snif).

Blogger ya me está dando algo de huevita porque últimamente no tengo mucho de que escribir. Tengo más de 1400 entradas en el blog (y en el cráneo, snif) que siento que ya me estoy ciclando en los mismos temas; por eso decidí cambiar un poco de "aigres", dejar de ser un Australopithecus y modernizarme, ¡unga, bunga!

Como quiera seguiré posteando por aquí, eso que ni qué... dejen nomás recupero la inspiración, así tenga que llegar en forma de Regina Orozco en camizón... ¡brrrrraaggghhh!

lunes, octubre 03, 2011

Fui al Zacatecas a ver al Filósofo de Cantina antes de tomar la decisión de abandonar el país.

No soy del tipo de personas que acostumbra pedir consejos -porque a veces me creo bien chingón y pienso que yo estoy bien y todo el mundo está mal-, pero por alguna extraña razón sentí la necesidad –o la desesperación- de escuchar algo reconfortante: algo que me reafirmara que tomaría la decisión correcta con todo y sus posibles consecuencias negativas y sus pérdidas. Necesitaba escuchar algo que no fueran ni mis corazonadas ni mi niño interior ni mi razón (que siempre me dan por mi lado en todo); algo que me quitara de tajo todos esos miedos e inseguridades que hace un par de meses aún tenía.

En la mesa del fondo, frente a un par de cervezas Superior, le compartía mi sentir al Filósofo de Cantina. De pronto el hombre me interrumpió levantando la mano y mirándome fijamente a los ojos, como si estuviera harto de escuchar lo que salía disparado de mi boca. Guardé silencio apenado, consciente de que en todo ese tiempo no lo había dejado hablar. Le di un trago a mi botella y entonces el Filósofo me dijo muy serio:

- ¿Cuál es tu fruta exótica favorita, Gustavo?

- ¿Qué?

- ¿Cuál es tu fruta exótica favorita?

- No sé… la guanábana… los lichis… ¿por qué?

- Ésta no es tierra ni de guanábanas ni de lichis. ¿Qué estás haciendo aquí?

Y sentí que todo cuadró de pronto con un ejemplo tan sencillo. Mejor no me lo pudieron haber dicho.

- Es como querer tener un cielo azul en una ciudad industrializada. Eso es imposible. Lo que te voy a decir te lo diré con todo respeto, Gustavo: aquí nada más te estás haciendo pendejo, y hacerse pendejo es una actitud hipócrita y más dolorosa que cualquier pérdida, como tú llamas a los cambios. Aquí uno solamente pierde cuando se muere, y a veces he llegado a pensar que hasta en eso salimos ganando.

El Filósofo de Cantina dio un breve sorbo a su cerveza y continuó:

- Ve a donde haya guanábanas y lichis. No pretendas quedarte aquí a cultivarlos. Ni el suelo ni el clima ni la geografía son propicios para que se den. La ciudad, la gente, la felicidad y los sueños que buscas no están aquí. No es suelo propicio para lo que deseas. Sería una estupidez que pensaras en quedarte aquí a “cambiar las cosas”; sería ocioso. Aquí, en esta ciudad, nada va a cambiar mientras haya tanto dinero y tan pocos valores.

El Filósofo de Cantina se quedó callado, mirándome. Pensé que le daría otro sorbo a su cerveza o que estaba esperando a que yo le dijera algo, pero no dije nada. El Filósofo me sonrió. No creo haberlo visto alguna vez sonriendo. O no de esa manera. Fue una sonrisa espontánea, casi paternal. Y me dijo:

- Deja de hacerte pendejo y ve a donde haya guanábanas y lichis. .

miércoles, septiembre 21, 2011

Sabía que tarde o temprano iba a convertirme en “parte de las estadísticas”. No es que lo estuviera esperando o decretando (para que no me salgan con sus jaladas de “la ley de atracción del pensamiento” los fans del libro El Secreto); simplemente observando la cantidad de negocios que han cerrado en los alrededores del nuestro a causa de las extorsiones de los criminales, por lógica no tardaba en tocarme a mí.

El martes, antes del medio día -y cinco minutos después de que salí del negocio a realizar unos trámites- tres hombres armados entraron al local de cajas, le quitaron su camioneta a una clienta, le quitaron sus pertenencias a quien atiende en el mostrador, preguntaron por el encargado o dueño del negocio, entraron a la bodega, entraron hasta mi oficina (cuidada ferozmente por el Cucho), removieron cajones, papeles, se llevaron un usb con tiras cómicas, escritos y fotos, algo de dinero… hasta el teléfono inalámbrico se llevaron.

La disyuntiva es: seguir yendo a trabajar bajo nuestro propio riesgo, dejar de ir a trabajar y morir de hambre, o defender lo nuestro como Don Alejo. Y vaya que es una disyuntiva muy cabrona. De hecho, yo la llamaría "trisyuntiva", pues ninguna de las tres opciones me late, snif.

Entre pagos a Hacienda, multas pendejas a Protección Civil por no tener un letrero de Alto Voltaje en la caja de los fusibles (pero los casinos operando sin salidas de emergencia y sin rociadores de agua), multas estúpidas a Ecología por tener un anuncio adhesivo en la puerta principal (pero otros mochando árboles para que se puedan ver los anuncios panorámicos), pagos a proveedores, descuentos a clientes y estos cabrones que llegan y te quitan a la mala, uno se queda en la calle en pelotas. Es como empezar de cero todos los días. Es caerse y levantarse, caerse y levantarse, hasta el infinito. O más bien es que te tiren y que se esperen a que te levantes para volverte a tirar, una y otra vez; y que, aparte, creas que "así es la vida".

Escribo este post –y prometo que será el último con amargura, pues ya ni eso me divierte- porque yo solamente quiero que me respondan “¿cómo?” Sí, díganme cómo y me quedo. ¿Cómo se lucha aquí?, ¿cómo se pelea?, ¿cómo se defiende lo que es nuestro? Díganme cómo, pero no me digan: ay, educando a nuestros hijos; ay, no consumiendo drogas; ay, siendo buenos ciudadanos; ay, sembrando arbolitos; ay, bla bla bla. No quiero escuchar ni leer las mismas pendejadas de siempre. Si de algo estoy hasta los huevos es de escuchar que “hay más gente buena que gente mala”. Ya les dije que eso es matemáticamente imposible viviendo como vivimos en esta ciudad. Es la gran pinche mentira que todos quieren tragarse para tranquilizarse y pensar que algún día todo estará mejor poniendo las cosas en manos de Diosito y de “los hombres buenos”. Es lo malo de ser un país tan pinche católico: casi todas las personas creen en cosas que no ven, y al creer en cosas que no ven, alucinan cosas que no son, como esa máxima de que hay más gente buena que mala, cuando se refleja todo lo contrario. Hay más jodidos, hay más hambrientos, hay más incultos, hay más necesitados y hay mucho, mucho, mucho dinero que se genera en los negocios ilícitos… hagan sus números y saquen conclusiones.

Cuando nos toque tener un fusil en la cabeza y gritemos ¡Libertad!, mientras jalan el gatillo, ¿será esa la dignidad y el acto heroico que todos esperan? Si es así, yo paso.

Ustedes luchen por lo que crean que vale la pena luchar. Yo no creo que valga la pena. No me gusta defender lo indefendible.

Prefiero vivir debajo de un puente en Estocolmo, aunque me cague de frío. Prefiero dormir dentro de en una alcantarilla de Montevideo o sobre la banca de un parque en Toronto, a esto. Prefiero ser indigente en Quito, vagabundo en Caracas o mendigo en Buenos Aires, a tener un coche, un negocio y una case de renta con todas sus ventanas y puertas con barrotes de protección. Cualquier cosa es mejor que vivir como aquí se vive.

Estaré algunos días fuera de la ciudad. Pero regresaré, pues tengo que seguir con algunos trámites y citas. Trataré de dejar algunos cartones programados. Nos leemos luego.

lunes, septiembre 19, 2011

Posiblemente ésta sea la decisión más difícil que he tomado en mi vida, y espero no tener que tomar decisiones así el resto de ella. No soy del tipo de personas "aventadas", de ésas a las que les gusta tomar riesgos. Cuando tomo riesgos me siento como el policía de las películas que no sabe qué cable cortar para que la bomba no explote: el cable azul o el cable rojo. Pero después de algunos meses –o quizás años- de darle muchas vueltas en mi cabeza a una misma idea, me doy cuenta que simplemente no estoy siendo coherente conmigo mismo, y parte de esa deshonestidad me tiene frustrado, amargado e infeliz –podrán notarlo en la mayoría de mis escritos, jejeje-, a pesar de tener cosas tan buenas y gente tan valiosa a mi alrededor.

Tomé la decisión de irme a vivir fuera de México.

Ya no puedo seguir viviendo aquí. Si me quedo, sentiré a diario esa incongruencia con mi filosofía de vida, con mi visión del mundo, con la ciudad en la que me gustaría vivir y la gente de la que me gustaría estar rodeado.

Ya me pesa levantarme de la cama. Manejar, ir al banco o a trabajar, me pesa lo doble. No me veo futuro ni le veo futuro a esta ciudad; no el futuro que yo busco. Así vuelva a ser la ciudad que algún día fue, tarde o temprano volverán los mismos problemas, pues es precisamente nuestro pasado lo que nos tiene en este horrible presente. Es un círculo vicioso. Un eterno retorno. Es escarbar en el mismo pozo al que se le están viniendo las paredes abajo.

Disculparán si ya no posteo tan seguido como antes, pero ando arreglando papelería, haciendo trámites y vendiendo lo poco que tengo para irme lo antes posible.

Nos leemos pronto.

martes, septiembre 13, 2011

Kaka-raoke

Me declaro enemigo público número uno de los “karaokes”. El puro pinche nombrecito -que no sé lo que significa ni me interesa googlearlo- me produce ardor en el cicirisco.

Cuando alguien conecta un aparatejo de esos en alguna fiesta o reunión, siento que la diversión acaba de valer madre. Por lo general, cuando sucede esto, agarro la mayor cantidad de latas de cerveza posible de las hieleras, las meto en mi coche y me voy a beberlas debajo de algún puente en compañía de vagabundos, ex convictos y muertos de hambre. Todo es mejor que quedarme a ver a un montón de cantantes frustrados berreando canciones por demás conocidas; canciones que la radio se ha empeñado en hacerlas insoportables repitiéndolas día y noche hasta el infinito.

Lo irónico del caso es que yo, que soy anti reggaetón, anti mariachis, anti Juan Gabriel y anti José José, me sé esa mierda de música por puritita cultura general; entonces: ¡no comprendo cómo unos borrachos asquerosos que se la pasan escuchando esas odas a la jotería, al desamor y al alcohol necesitan leer su letra en una pantalla de un televisor! ¡No lo comprendo! Pinches canciones tienen más de 30 años pasándolas a diario en el radio, ¿y todavía no se las pueden aprender? ¡No mamen! Lo más increíble es que ni leyéndolas puedan cantarlas al compás o sin desafinar; todos traen el ritmo por anca la verga, anden sobrios o borrachos, da lo mismo.

Por donde se le vea, el karaoke es un espectáculo grotesco. Gordas en ropa entallada que se creen Thalía pero se parecen más a Paquita la del Barrio; prietos con pelo de cepillo que se sienten Luis Miguel pero son clones de Delfín Quishpe; güeras nalgonas que no quieren soltar el micrófono porque se creen Paulina Rubio pero le tiran más a Laura León; pendejos que arrastran la letra “s” y ya nomás por eso se creen españoles como Enrique Iglesias; o los típicos machines que creen que se ven muy graciosos imitando los ademanes amanerados de Juan Gabriel... No, no, no, nooooo… qué pinche horror…

De hecho siempre he pensado que las grandes empresas organizan sus pachangas y sus posadas con karaoke como un plan conspiratorio para ver el comportamiento de sus empleados, para así tomar decisiones futuras en el orden del organigrama basándose en su conducta. Que organizan algo así como un “reality show” mezclado con Animal Planet y la serie de The Office disfrazado de “fiesta”. Porque es ahí, en las fiestas de la oficina, donde pueden ver cómo Gutiérrez, el jefe de compras, después de dos cervezas se pone la corbata en la cabeza, hace señas de amor y paz con los dedos y pega de brincos como Rigo Tovar; es ahí donde pueden ver si Aguirre, el hombre serio del departamento de sistemas, disfruta joteando cuando lo ponen a cantar el Noa Noa; es ahí donde pueden ver si Tere, la secretaria chichona, se aloca y enseña calzón cuando canta una de Gloria Trevi. Es ahí donde los hombres detrás de la cortina deciden qué empleados se van y cuales se quedan, pues está comprobado científicamente por la Universidad de Televisa -muy seria institución- que en el karaoke brotan los verdaderos yos de las personas y se reflejan sus miedos y frustraciones.

Pero no todo es malo. Si en algo le hace justicia a la humanidad el karaoke, es que en sus terrenos todos somos iguales. El gerente general pasa al frente a cantar junto a los choferes de los camiones repartidores. Se abrazan fraternalmente -como si no hubiera diferencias de sueldos y prestaciones-, les suda la bisagra y dejan las camisas manchadas de amarillo después de berrear una de José Alfredo Jiménez a todo pulmón, ¡ahjajaaayyy!. En el karaoke no hay barreras, no hay cantantes malos ni cantantes buenos: todos son artistas, todos comparten un mismo sueño: que les aplaudan aunque sea una puta vez en sus miserables vidas, snif.

Si creen que exagero, queridos lectores, a la próxima fiesta que vayan donde haya karaoke, intenten pedir una canción de su agrado, y verán que la rola que quieren ni siquiera existe en “versión karaoke”. Y al decir “canciones de su agrado” estoy dando por hecho que son personas con gustos un poquito más refinados o especializados, no individuos que se van de nalgas o tienen orgasmos con la "música" de María José, Belanova, el grupo Pesado o El Duelo; porque si es así, entonces el karaoke es el paraíso para ustedes.

Y hablando de "paraísos", a mí nomás avísenme a dónde se van los karaokes cuando mueren: al cielo o al infierno. Me vale madres estar en cualquiera de esos dos lugares, siempre y cuando no haya karaoke.

lunes, septiembre 12, 2011

De esas veces que uno se aguanta la risa por puro respeto

El sábado fui a una reunión de un compa. A la mayoría de los invitados ya los conocía. Cuando saludé a un cabrón que nunca había visto, mi amigo, el organizador de la pachanga, me dijo:

-Mira: él es mi compadre el Briones: es investigador de fenómenos paranormales.

Chale, casi me cago de la risa, ja ja ja. ¿En serio existe gente que se dedica "profesionalmente" a "investigar" fenómenos paranormales?

Noté que el tal Briones se sonrojó un poco, pensando tal vez: "No mames, cabrón, no me presentes como el cazafantasmas; nomás preséntame como Briones".

Y la situación se tornó un boomerang, pues mi compa me presentó:

-Él es mi compadre el Guffo: dibuja monitos.

Estoy seguro que el Briones se sintió menos de la chingada, se aguantó las carcajadas y pensó: "¿En serio existe gente que se dedique profesionalmente a dibujar monitos?"

Yo nomás pensé: "No mames, cabrón, no me presentes como el que dibuja monitos; nomás preséntame como Guffo".

Snif.

sábado, septiembre 10, 2011

El orden criminal del mundo

Les dejo un documental que espero les arruine el fin de semana. Sale uno de mis héroes: Eduardo Galeano (uruguayo, pa´cabarla de chingar).

viernes, septiembre 09, 2011

Dato cinematográfico

Hasta hoy me vengo enterando que Hugo Sánchez sale en The Rocky Horror Picture Show.


Con razón nunca le entendí a esa pinche película de locas.

miércoles, septiembre 07, 2011

Ay, mis clientes…

Entra un señor al negocio y me dice:

-Veo que allá afuera en su anuncio dice que venden cartón, y yo ando buscando unos contenedores de cartón…

“Qué manera tan elegante de llamarle a las cajas”, pensé yo.

-Ah, sí. ¿De qué medida los necesita, señor? –le pregunto señalando el montón de cajas que adorna el negocio, como dándole a escoger. El hombre voltea y me dice:

-¿Cuáles son?, ¿dónde están?

-Son ésos: –le digo señalando las columnas de cajas de todos los tamaños.

El hombre me dice:

-No, yo lo que necesito son contenedores de cartón.

-Eeeeh… Por contenedores ¿a qué se refiere, señor?

-Pues son unos recipientes, como cajas, así, de este tamaño: -y hace un ademán con las manos, como si midiera algo invisible.

-Lo que quiere usted es una caja, pero ¿de qué tipo?: ¿con tapa integrada, con tapa separada, con tapa de pestañas, una caja para archivo muerto?… ¿cómo es el contenedor que busca?

-Pues así: como una caja, pero como de este tamaño: -y vuelve a hacer el ademán.

Total que el hombre terminó llevándose una caja que “se parecía” a “los contenedores” que utiliza en su negocio; el pedo es que yo sigo intrigado por saber qué chingados son esos “contenedores” que son como una caja pero no son una caja.

Lo más positivo en lo que va de la semana, es que el gimnasio que estaba a un lado del negocio ya cerró, y ya no tengo que lidiar con ballenas feas y estúpidas que encallaban sus coches y camionetas en mis cajones de estacionamiento. ¡Viva la crisis económica y el cierre masivo de negocios!

martes, septiembre 06, 2011

Se mece la ciudad del fin del mundo

El pronóstico de la primera lluvia de septiembre mece con delicadeza al bambú. La rama más alta del fresno, la que tiene el nido abandonado de una tórtola, se mece igual que el bebedero que nunca atrajo a los colibrís. Se mecen las julietas que se desbordan por la jardinera y ruedan las hojas secas que no he barrido de la terraza ni de la cochera.

Hay nubarrones oscuros que cierran el cielo de mi ciudad. Son metáforas de nuestra naturaleza humana; proyecciones de nuestros corazones. Es agua limpia que se niega a caer para barrer la suciedad. Todo se mece, como las boyas, las gaviotas y los restos de un naufragio en la superficie del mar.

La mierda ha salido a flote y va meciéndose por la ciudad del fin del mundo. Imagino que estamos postrados en una mecedora que tomó tanto impulso que está en el punto crítico entre regresar y tomar más impulso o caer de espaldas.

Todos traemos la mierda hasta el cuello. La pestilencia ya atravesó fronteras. Ya sobrepasó cualquier lógica; cualquier rastro de humanidad. Mierda, hedor y sangre. No hay más que nos puedan ofrecer. No les interesa lo que podamos ofrecerles. Todo es oscuridad. Ojalá fuera la oscuridad del fondo del mar. Una apacible negrura. Pero es la oscuridad del fondo de un mar de mierda.

No esperes a que flote más mierda. Sal a flote tú.