martes, septiembre 28, 2010

Superen esto, novatos de la vida...

Hace poco más de 20 años hice un roadtrip con mi padre.

Todo sucedió de un día para otro. El cuñado de un compadre suyo tenía que viajar de Monterrey hasta Nueva Jersey, donde vivía por temporadas, ya que daba clases en una universidad. El "problema" era que tenía que hacer el viaje por carretera para dejar su coche allá –una vagoneta Volvo de color café, me acuerdo perfectamente-, pero no quería aventarse el trayecto de 24 horas solo, por lo que requería de un copiloto que le ayudara con la manejada; una persona que tuviera, mínimo, cinco días disponibles.

De sus parientes y amigos cercanos, nadie pudo –o nadie quiso– acompañarlo, a pesar de que ofrecía pagar el hospedaje y el vuelo de regreso. Cuando el hombre le planteó el plan a mi padre, éste no lo pensó dos veces: dejó encargada su clínica veterinaria a un doctor de su confianza y a mí –que estaba de vacaciones de verano– me dijo que hiciera mi maleta en chinga, pues saldríamos de viaje al día siguiente. El hombre sólo le puso una condición: “Tú pagas el hospedaje y el vuelo de regreso de tu hijo”. A mi padre le pareció un trato justo.

El día que partimos mi papá me regaló una libreta sin espiral y una pluma de tinta negra, para que escribiera los detalles de “nuestra aventura”, como llamó desde un principio aquella odisea. Aquí la foto de nuestra partida, y yo, tomando notas de eso:


Está de más decir que recorrimos un chorro de estados en los cuatro días que duró el trayecto (el señor que nos invitó no manejaba más de 8 horas y no dejaba que mi papá lo hiciera): Texas, Alabama, Louisiana, Tennessee, Virginia... no recuerdo qué otros más ni el orden. Lo que sí recuerdo son las emociones que me invadían al mirar los diversos paisajes que desfilaban por la ventana del asiento trasero: puentes, montañas, pantanos... Si conservara aquella libreta que usé como bitácora, se las detallaría más a fondo.

Para no hacerles el cuento largo, llegando a Nueva Jersey nuestro anfitrión nos instaló en el ático de su casa, y, al día siguiente, mi padre y yo agarramos unas mochilas y nos fuimos a conocer varios lugares: Nueva York, Washington D.C., etc. En vez de regresarnos al día siguiente –como estaba planeado–, decidimos quedarnos unos días más. El hombre que nos había invitado no tuvo inconveniente de alojarnos un par de días más en su ático. Tengo muchas fotos de ese viaje. Fotos en las Torres Gemelas, en un barco con La Estatua de la Libertad a mis espaldas y haciendo el signo de peace and love en el zoológico de D.C. A continuación, la prueba de mi “hippismo”:


Y acá, la prueba de que regresé a ese mismo zoológico después de más de 20 años y me tomé la misma foto idiota de cuando estaba morro, snif:


Total que esas vacaciones me la pasé bien chido liro y conocí muchos lugares gracias a mi padre y a ese misterioso señor que lo invitó de viaje, con quien también me tome un par de fotos. A continuación, una imagen del susodicho:



Pocos pueden presumir haber hecho un roadtrip con su padre, pero creo que nadie puede presumir que viajó por carretera con el mexicano que asesoró a los creadores del Google. Y si no me creen, pues googléenlo o búsquenlo en Wikipedia y comparen las foto con ésta. ¿Qué gano yo con mentirles?

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