miércoles, noviembre 04, 2009

El pájaro que canta bonito

Todas las mañanas llega al patio de la oficina un pájaro que canta bonito.

Se esconde en las ramas del bambú, brinca por la enredadera, pasea entre la bugambilia y asoma su pecho amarillo.

Minutos después, llegan otros pajarillos iguales. Cuatro o cinco más. Arman un revuelo con sus chirridos, alborotan el follaje y tiran algunas hojas secas al piso.

El Cucho, mi perro, se pone alerta: mira hacia arriba con la frente arrugada y las orejas rígidas. Yo, lo imito.

Minutos después, las aves vuelan a otra parte… para regresar al día siguiente.
El pequeño jardín es como un oasis entre tanto pavimento y olor acre.

Entro de vuelta a la oficina. La jornada laboral comienza tranquila. Sin gente.
Por todos lados escucho que no hay dinero; que la situación está difícil.

Si tuviéramos la mitad de la inteligencia de los animales, no necesitaríamos trabajar ni generar empleos.

Aprovecho la ausencia de clientes para leer las noticias. Asesinatos, secuestros, extorsiones y ajustes de cuentas: los padecimientos normales de una sociedad que ha elevado el dinero a niveles divinos.

Todos reciben lo que merecen. Tarde o temprano. Castigo físico, desprecio colectivo, intranquilidad en la conciencia o un funeral vacío.

Yo no sé qué haya hecho bien, que a diario recibo conciertos de aves a domicilio, o el beso express que vienes y me plantas en la orilla de la boca cuando andas por estos rumbos.